Palestinos-israelíes. Un conflicto más complejo que una guerra en sí.
Daniel Vidart
La Republica. Uruguay
5 de julio del 2010
Tal es lo que sucede con la sangrienta y dolorosa contienda entre el Estado
de Israel y los musulmanes palestinos.
Esa lucha no solamente se ha entablado por el dominio de un territorio sino
también por la legitimidad de los nombres y la verosimilitud de las
tradiciones, un campo propicio para el quehacer de los antropólogos.
El enfrentamiento no se agota en el choque armado entre los israelíes no
todos judíos, pues muchos de ellos desestiman la religión del Tanaj y el
Talmud, y los árabes tampoco todos musulmanes, como lo ejemplifican los
cristianos libaneses. Los palestinos están divididos en dos bandos: por un
lado el intransigente Hamas y por el otro, Al Fatah, más conciliador. El
Hamas, concentrado en Gaza, quiere borrar a los israelíes del mapa, e igual
destino procura para Al Fatah, confinado en Cisjordania, donde gobierna la
Autoridad Palestina. Este grupo fue expulsado con grandes pérdidas de
vidas de la Franja de Gaza por los violentistas del Hamas, su enconado
enemigo.
Los antiguos pueblos que reivindican los palestinos de ambos bandos como
"antecesores" directos, lo que les otorgaría el derecho histórico de ser los
dueños de la tierra que, según afirman, les han robado los "usurpadores"
israelíes, son: a) los filisteos que, no bien desembarcados, se enfrentaron
con los cananeos y los hebreos, etnias presentes desde hacía muchos siglos
en la región, y que al cabo de cruentas batallas los exterminaron, y b) los
cananeos, cuya extinción somática y cultural certifican la historia y la
geografía.
Los cretenses filisteos del lejano ayer no son los antepasados de los actuales
palestinos. La cáscara del nombre no coincide con el grano de la cosa. Los
"palestinos" de hoy nada tienen que ver con los viejos "pueblos del mar",
entre cuyos patronímicos figura el de pelestim. Del mismo modo tampoco
son descendientes de los cananeos, que se fueron acabando al combatir
primero y luego mestizarse con los hebreos, y a tal punto, que nada resta de
ellos sino la memoria de su abolida presencia.
El Estado de Israel
Comienzo advirtiendo un detalle que el furor de las actuales discusiones a
veces no permite tener en cuenta: el Estado de Israel es una cosa y su
gobierno otra. Se puede estar en contra de las resoluciones de sus
conductores políticos como muchos israelíes, desde adentro, lo han
manifestado, con toda razón, y como tantos, desde afuera, abogan por su
renuncia, o cosas peores pero no contra el derecho a existir en pacífica
convivencia con sus vecinos. Quienes lo quieren aniquilar, con todo y sus
habitantes, son potenciales genocidas, como en la realidad histórica fueron
los nazis. La República Islámica de Irán proclama a los cuatro vientos que
luego de ahogar a los israelíes en el Mediterráneo quemará hasta el hueso
su Estado y pertenencias. Muchos de los autodenominados "progresistas"
vernáculos aprueban esos desplantes criminales. O los callan, como
también sucede con los amnésicos que "olvidan" o "desconocen" la diaria
matanza que los egipcios, islámicos al igual que sus víctimas, practican con
los palestinos de Gaza asesinándolos en los túneles que aquellos excavan
para burlar ese no citado ni criticado bloqueo. Se cuentan por cientos los
muertos. Pero el cómplice silencio de los mass media parece remitir a
subrepticias órdenes de no denunciar esos delitos de lesa humanidad.
El proceso fundador del Estado de Israel se inicia en la Naciones Unidas el
29 de noviembre de 1947. Al promulgarse la Resolución 181 de la
Asamblea General, resuena fuerte y convincentemente la voz del
representante uruguayo Enrique Rodríguez Fabregat. Meses después, en
mayo del 1948, se produce la Declaración de Independencia. No bien se
aprueba la Resolución de las Naciones Unidas se inician las hostilidades de
los árabes locales, que por entonces no se llamaban palestinos sino árabes
habitantes de Palestina. El ataque de los ejércitos islámicos se produce
cuando se retiran los británicos. Israel, al ser salvajemente agredido hecho
que asume la entidad de un pecado original, cuya permanencia ensombrece
a los descendientes de aquellos atacantes, si nos atenemos al estigma
bíblico era un Estado pequeño que ocupaba "la sexta parte del 1% de la
masa de tierra de Medio Oriente". Recién comenzaba a organizarse y
armarse, en respuesta al manifiesto propósito de los árabes, quienes
procuraban destruirlo. Sin que tuviera tiempo de respirar siquiera soportó la
avalancha de cinco de los siete países integrantes de la Liga de Estados
Arabes, existente desde 1945. En ella figuraban Egipto, Irak, Siria,
Transjordania, Arabia Saudita, Yemen y Líbano. Los ejércitos islámicos no
pudieron borrar de la faz de la tierra a los israelíes y a su novel Estado,
instituido sobre una desértica región y no sobre feraces y prometedoras
comarcas. No hubo recuerdo de este terrible abuso por parte de quienes
protestaron vivamente por la erección de un muro que, en definitiva, acabó
con los atentados terroristas y sus devastadores efectos. En cambio no
nombran el muro metálico egipcio, en vías de construcción subterránea.
¿Qué palestinos?
Vamos a examinar ahora los dichos de quienes niegan la existencia
milenaria de los palestinos en esa región, tal cual éstos lo sostienen con
vehemencia.
El ilustrado tratadista libanés Ph. Hitti, autor de dos libros fundamentales
sobre la historia de los árabes, escribió: "No existe ninguna cosa llamada
Palestina en la historia, absolutamente no".
Auni Bey Abdul-Hadi, por su lado declaraba: "No existe ningún país que se
llame Palestina. Palestina es un término inventado por los sionistas. No hay
ninguna Palestina en la Biblia. Nuestro país ha sido por siglos parte de
Siria. Palestina es ajena para nosotros". (British Peel Commision, 1937)
Otro árabe dijo: "No hay diferencias entre los jordanos, palestinos, sirios y
libaneses. Somos todos parte de una misma nación. Es solo por razones
políticas que subrayamos con énfasis nuestra identidad palestina [...] La
existencia de una entidad palestina separada sólo sirve por propósitos
tácticos. La fundación de un Estado palestino es una nueva arma para
continuar la batalla contra Israel". (Zuhair Mush, comandante de la OLP,
Organización para la liberación de Palestina)
Más de un lector se sorprenderá al leer declaraciones provenientes de
árabes. Voy a reforzarlas con una más contundente todavía. Se trata la de
un escritor y periodista cristiano de origen árabe que vive lejos de su tierra
pues, de haber permanecido en ella, habría sido considerado como un
mushrikum (pagano) o un kafir (de kufr, "el que oculta a Alá", infiel), amén
de otros inconvenientes de mayor entidad, que no detallo.
"De hecho no existe tal cosa como el pueblo palestino, o una cultura
palestina, o una lengua palestina, o una historia palestina. Nunca existió un
Estado, ni ha sido jamás encontrado ningún resto arqueológico o moneda
palestina. Los actuales palestinos son un pueblo árabe, de cultura árabe,
lengua árabe, historia árabe. Tienen sus propios estados árabes desde donde
emigraron a la tierra de Israel hace aproximadamente un siglo atrás con el
fin de contrastar la emigración judía. [....] Ellos eran jordanos (otra reciente
invención británica, porque jamás existió un pueblo conocido como
jordano) y después de la Guerra de los Seis Días, en la que Israel derrotó de
manera categórica y aplastante la coalición de estados árabes [....]
experimentaron una especie de milagro antropológico y descubrieron que
eran palestinos, algo que no sabían el día anterior. [....] Esta gente, teniendo
una nueva identidad, debía construirse artificialmente una historia, es decir,
debían robar la historia de algún otro, y debían hacerlo de tal modo que las
víctimas de tal robo no se quejaran, ya que no debían existir más. Entonces
los líderes palestinos se arrogaron dos alinajes contradictorios de antiguos
pueblos que habitaron la tierra de Israel: los cananeos y los filisteos"
(Joseph Farah, periodista. Mitos del Medio Oriente)
No finalizo aún. A estas voces de personajes notorios se suma la de un
militante activo de la OLP, Walid Shoebat: "¿Por qué el 4 de junio del
1967 yo era un jordano y de repente, al otro día me transformé en un
palestino? A nosotros no nos importaba que hubiera un gobierno jordano.
La enseñanza de que debíamos lograr la destrucción de Israel era parte
definida en nuestro currículo, pero nos considerábamos a nosotros mismos
como jordanos hasta que los judíos regresaron a Jerusalén. Entonces
improvisadamente todos fuimos palestinos: quitaron la estrella de la
bandera de Jordania y en un momento tuvimos la bandera palestina".
¿Estas son meras afirmaciones caprichosas o trasuntos de una innegable
realidad? ¿Existen detrás de estos categóricos dichos dos peripecias
históricas separadas por tres milenios y protagonizadas por dos distintas
estirpes de filistim una extinguida, la verdadera, y otra viviente, la
inventada o provienen de voceros "traidores" o "comprados por los
enemigos capitalistas e imperialistas?" Para facilitar el entendimiento de
una intricada urdimbre voy a distinguir los antiguos filisteos de los actuales
palestinos del terruño; aquellos llegados desde la isla de Creta hasta las
costas mediterráneas del Cercano Oriente, hace más de treinta siglos, y
éstos aparecidos en el escenario levantino partir de una serie dramática de
acontecimientos, muy próximos a los actuales días.
Los invasores desembarcaron en las costas levantinas hace unos 3.200 años
y avanzaron tierra adentro, luchando contra los hablantes de lenguas
semíticas allí establecidos.
Semitas son las lenguas y no los pueblos. En consecuencia, si nos referimos
a comunidades semitoparlantes señalamos a los árabes y los judíos a la vez.
Decir antisemitismo al barrer es incorrecto. No confundir, pues,
antisemitismo con judeofobia o arabofobia, término este último que se está
difundiendo vertiginosamente en Europa, donde residen ya 52 millones de
musulmanes.
El pueblo del mar desembarcado en las playas de la Franja de Gaza era el
minoico o cretense, expulsado de su isla por los dorios, una avanzada
griega de lengua aria, propia de los indoeuropeos.
A los invasores se les llamó peleshet, voz derivada de pelesh, "intrusos",
deformando intencionalmente, como veremos, el nombre que a sí mismos
se daban los recién llegados. Este no era otro que el arcaico gentilicio de
los filisteos. El nombre "filisteos" se aplicó a la confederación de los
navegantes cretenses que se enfrentaron con los cananeos y hebreos. Estos
habitantes del Canaán los llamaron keretim y pelestim respectivamente. La
presencia de los inmigrantes provocó la alianza de los antes nombrados
hebreos y cananeos contra un enemigo común. Filisteos y pelestim, pues,
son la misma cosa.
Las leyendas de Sansón, vencido por las malas artes de la filistea Dalila, y
de David, el joven hondero que mata al gigante filisteo Goliat, recuerdan
episodios de una larga lucha.
En lo que va de la nota he nombrado solamente a los hebreos y no a los
judíos.
Estos, según suponen algunos historiadores, comenzaron a llamarse así
cuando el persa Ciro liberó del cautiverio en Babilonia, que duró desde el
586 al 536 antes de nuestra era, a la flor y nata de la dirigencia religiosa, el
mando político y el pensamiento hebreo.
Por esas ironías de la historia los cretenses-filisteos recién llegados
fundaron Gaza, a la que denominaron primitivamente Minoah, en recuerdo
de la perdida patria minoica. Los filisteos resistieron largo tiempo el asedio
de los hebreos y a la larga se fueron mezclando. Perdieron su identidad, su
corporeidad, desaparecieron del mapa y de la historia. Cuando los ejércitos
invasores de sucesivos imperios asirios, babilonios, persas, macedonios,
lágidas y seleúcidas pasaron su rastrillo mortal sobre las tierras bíblicas, los
contingentes filisteos apenas subsistían o habían sido ya liquidados por los
hijos de la tierra. Al llegar Pompeyo con las legiones romanas hacia el 63
de nuestra era, sofocando un breve período de independencia judía, sólo
quedaba la memoria de sus depredaciones. Luego del último estertor de la
despareja lucha de los judíos contra el poderoso imperio romano, que
desencadena en el 73 de nuestra era la epopeya de Masada, el emperador
Adriano cambia el nombre de Judea por el de Syria philistina (que se
tradujo como palestina), un toponímico odioso a los judíos, para castigarlos
con el perpetuo recuerdo de los derrotados filisteos.
Y, de paso, arteramente, para borrar de la tierra el nombre de Judá.
Jerusalem, por su parte, pasó a llamarse Aelia Capitolina.
La gran mayoría de los judíos, expulsados a sangre y fuego, comenzó su
dispersión por el viejo mundo.
Un fenómeno parecido, pero igualmente catastrófico, había ocurrido hace
2586 años, cuando Nabucodonosor II se apoderó del Reino de Judá, y, al
tiempo de destruir por primera vez el Templo, apresó a la dirigencia de los
hebreos, aunque no a todos, trasportándolos a Babilonia.
Ya me referí antes a este episodio. Pero no hubo entonces una diáspora
(casi) total, Tefuzot, sino un exilio selectivo, Galut.
Una última precisión lingüística: los invasores venidos del mar se llamaban
a sí mismos palasta, dado que en Egipto, donde también llegaron, se les
conoció como palusata.
Otras denominaciones son la del acadio hablado por los asirios, palastu, y
la de los hebreos, pelestim o p´listim. De aquí provienen la voz griega
philistinoi y la latina philistinus. Y la castellana palestinos.
Los antiguos señores de la tierra
Antes de la llegada de los hebreos al país de Canaán lo habitaron diversas
etnias, una de las cuales, siete mil años antes de nuestra era, levantó la
ciudad Er Riha, o sea Jericó. Las tribus van y vienen en este convulso
escenario hasta que en el milenio VI antes de la actualidad se conforma la
nación cananea, integrada por una fusión de pueblos, uno de los cuales, el
asentado en el litoral mediterráneo, dio origen a los kana´ana, o sea
"traficantes". A estos avezados marinos, fundadores de lejanas factorías, los
griegos llamaron phiniki, "rojizos", y de ahí "fenicios". Otros grupos de
cananeos se extendían desde los altos del Golán hacia al sur, en ambas
márgenes del río Yarden (Jordán). No es posible resumir la tumultuosa
historia del Canaán, región ocupada también por otros pueblos como los
jebuseos, constructores de la amurallada Jerusalem (Yerushalayim). Entre
las tribus que llegaron al Canáan 3850 años a.p. figuraban la de los
nomádicos apiru (hebreos). La permanencia de los hebreos en la Tierra
Prometida se extiende por dos siglos, hasta el 3650 a.p.
Ocurre entonces la invasión egipcia y el subsiguiente cautiverio del que se
liberan entre las discutidas fechas del 3450 o el 3150 a.p. y regresan a la
Tierra Prometida, donde luchan a muerte con los cananeos.
Importa advertir, dando un salto atrás, que los hebreos, en el momento de
su inicial arribo al Canaán, no se mezclaron con los cananeos, pues el
mestizaje estaba prohibido por los patriarcas. Durante el reinado de David
el mestizaje con los cananeos había terminado. Nace entonces el Maljut
Yisrael, el Reino de Israel. Los invasores islámicos ocupan esa región en el
año 637 de nuestra era. Posteriormente los Cruzados se apoderan de
Jerusalem en el año 1099 y acaban con todos sus habitantes. Por dos siglos,
hasta ser expulsada, la cristiana Europa medieval tuvo en jaque a quienes
habían ganado esos territorios mediante el Jihad ("esfuerzo" y no Guerra
Santa) de la espada.
No obstante, las reiteradas arremetidas de la cruz no pudieron expulsar a
los "perros infieles", como por entonces se motejaban recíprocamente
musulmanes y cristianos. Permanecían allí unas pocas comunidades judías
cuando la región fue ocupada por los turcos del Imperio Otomano y
posteriormente por los británicos, finalizando la Primera Guerra Mundial.
Despoblada, desolada, la patria ancestral era por entonces un reseco
territorio, donde medraban escasas aldeas de judíos y transitaban los
camelleros árabes.
Visto lo anterior surge sola la pregunta: ¿Los palestinos forman una nación
distinta a la de los árabes o son árabes llegados a esa zona desde otros
puntos y denominados así luego de la guerra de 1967? Mantengo mi epojé,
mi suspensión del juicio, hasta que se demuestre la presencia del gentilicio
"palestinos" y de los palestinos como tales a lo largo del siglo XX. Que
responda "la otra biblioteca". Lo aguardo.
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