lunes, 8 de noviembre de 2010

Fwd: George Friedman Elecciones de Mitad de Período en EE.UU., Obama e Irán



 
 
 
 

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Elecciones de Mitad de Período en EE.UU., Obama e Irán

Por George Friedman

Stratfor

26 de octubre de 2010

 

Estamos a una semana de las elecciones de mitad de período de 2010 en EE.UU. El resultado ya está decidido. Si los Republicanos toman la Cámara o el Senado es casi irrelevante. Es casi seguro que la dinámica de la política interna estadounidense va a cambiar. Los Demócratas perderán su capacidad de imponer cierres de debate en el Senado. Sea que pierdan la Cámara de Representantes o no, los Demócratas perderán la capacidad de aprobar leyes según el deseo de los dirigentes Demócratas de la Cámara. La enorme mayoría en manos de los Demócratas se habrá ido, y la disciplina partidaria no será lo suficientemente fuerte (nunca lo es) para evitar algunas deserciones.

En caso de que los Republicanos obtengan una victoria abrumadora en ambas cámaras la semana que viene, aún así no tendrían los votos para anular los vetos presidenciales. Por lo tanto, no serán capaces de legislar de manera unilateral, y la aprobación de una ley tendrá que ser el resultado de negociaciones entre el presidente y el liderazgo Republicano del Congreso. Por lo tanto, sea que los Demócratas tengan un mejor resultado de lo esperado o que los Republicanos obtengan una gran victoria, el resultado práctico será el mismo.

 

Si tomamos en consideración las dificultades del presidente Barack Obama para aprobar la ley de salud, incluso con amplias mayorías en ambas cámaras, está claro que no será capaz de sacar adelante ninguna legislación significativa sin el acuerdo de los Republicanos. El resultado será, o bien estancamiento o una agenda legislativa muy diferente de la que hemos visto en los dos primeros años.

 

Éstas no son circunstancias únicas. Retrocesos, en la primera elección de mitad de período después de una elección presidencial, les ocurrieron a Ronald Reagan y a Bill Clinton. Esto no quiere decir que es seguro que Obama perderá la reelección, aunque sí significa que, para ganar esas elecciones, tendrá que accionar de una manera muy diferente. También significa que la campaña presidencial de 2012 comenzará el próximo miércoles 3 de noviembre. Teniendo en cuenta sus bajos índices de aprobación, Obama parece vulnerable y la nominación Republicana se ha convertido en extremadamente valiosa. Por su parte, Obama no tiene mucho tiempo para perder en la remodelación de su presidencia. Con las asambleas de Iowa a 15 meses de distancia y los Republicanos con impulso, el presidente tendrá que comenzar su campaña.


Obama tiene ahora dos opciones en relación a estrategia nacional. La primera es continuar presionando con su programa, a sabiendas de que será rechazado. Si mejora la situación interna, se atribuirá el mérito por ello. Si no mejora, corre contra el partidismo Republicano. La segunda opción es abandonar su programa, cooperar con los Republicanos y restablecer su imagen de centrista. Ambas tienen ventajas y desventajas políticas y representan una decisión estratégica importante a tomar por Obama.

 

La Opción de Política Exterior

Obama también tiene una tercera opción, que es la de cambiar su enfoque en la política interna por el enfoque en la política exterior. Los fundadores crearon un sistema en el que el presidente es intrínsecamente débil en política interna y capaz de actuar sólo cuando su posición en el Congreso es muy fuerte. Fue así como los fundadores buscaron evitar la tiranía de las mayorías estrechas. Al mismo tiempo, hicieron que el presidente fuera muy poderoso en política exterior con independencia del Congreso, y la evolución de la presidencia a través de los siglos ha reforzado aún más este poder. Históricamente, cuando el presidente era débil internamente, tenía la opción de parecer poderoso, centrándose en la política exterior.

 

Para presidentes como Clinton, ésta no era una opción particularmente viable en 1994-1996. El sistema internacional estaba tranquilo, y era difícil actuar de manera significativa y decisiva. Fue más fácil para Reagan en 1982-1984. La Unión Soviética era fuerte y amenazante, y una postura agresiva antisoviética era popular y fluía de su campaña de 1980. Desplegar,  en Europa Occidental, misiles de crucero desde tierra y el Pershing II, misil balístico de mediano alcance, alienó a sus oponentes y fortaleció su posición con su base política, permitiéndole tomar el centro (y en última instancia, presionó a los soviéticos para que aceptaran el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio). En 1984, con la recesión encima, la postura antisoviética de Reagan le ayudó a derrotar a Walter Mondale.

Obama no tiene el problema de Clinton. El contexto internacional le permite tomar una postura mucho más firme de la que ha tenido en los últimos dos años. La guerra en Afganistán está llegando a un delicado estado de negociación, como lo señalan los informes de las conversaciones en curso. La guerra en Irak está lejos de ser estable, con 50.000 soldados de EE.UU. todavía ahí, y la cuestión iraní está ampliamente abierta. Las conversaciones palestino-israelíes también son vacilantes, y hay una serie de otras cuestiones exteriores, que van desde el incremento de la firmeza de China, el poder resurgente de Rusia hasta la continua disminución del poder militar de los aliados europeos de Estados Unidos. Hay una serie de cuestiones que deben abordarse a nivel presidencial, muchos de las cuales les resonarían a, por lo menos, algunos votantes y permitirían que Obama sea presidenciable, a pesar del débil apoyo político.

Hay dos problemas con Obama para que se convierta en un presidente de política exterior. La primera es que el país está enfocado en la economía y en asuntos internos. Si se centra en política exterior y la economía de EE.UU. no mejora para el año 2012, le costará la reelección. Su esperanza serían los éxitos en política exterior o, al menos, la percepción de que es fuerte en seguridad nacional, junto con la recuperación económica o una razón plausible para culpar a los Republicanos. Esta es una maniobra difícil, pero su presidencia ya no ofrece soluciones simples.

 

El segundo problema es que su presidencia y la campaña se han basado en el principio general de acordar y no de confrontar en política exterior, con la única excepción de Afganistán, donde optó por ser mucho más agresivo de lo que había sido su predecesor. El lugar donde fue firme es poco probable que produzca un gran éxito de política exterior, a menos que el éxito sea una solución negociada con los talibanes. Una solución negociada será interpretada por los Republicanos como una capitulación en lugar de un triunfo. Si continúa en el curso actual en Afganistán, parecerá transitar por un viejo camino y no construyendo uno nuevo.

 

Curiosamente, si el objetivo de Obama es el de parecer fuerte en seguridad nacional recuperando el centro, Afganistán ofrece el lugar menos atractivo. Sus opciones son la negociación, lo que reforzaría su imagen como un acomodaticio en política exterior, o continuar la guerra, que no es particularmente un territorio nuevo. Podría desplegar aún más fuerzas en Afganistán pero, entonces, correría el riesgo de parecerse a Lyndon Johnson en 1967, lanzando tropas contra el enemigo sin un plan claro. Podría, por supuesto, crear una crisis masiva con Pakistán, pero sería muy poco probable que tal esfuerzo terminara bien, dada la situación en Afganistán. Presidentes de política exterior necesitan ser exitosos.

 

Hay poco que hacer en Irak en este momento, salvo retrasar la retirada de las fuerzas, lo que añade poco a su posición política. Además, el problema central en Irak en este momento es Irán y su apoyo a las fuerzas desestabilizantes. Obama podría intentar forzar un acuerdo palestino-israelí, pero eso requeriría que Hamas cambie su posición, lo que es improbable, o que Israel haga enormes concesiones, cosa que no piensa que tiene que hacer. El problema con Israel y los palestinos es que las conversaciones de paz, como aquellas de Clinton en Camp David, tienen una desagradable tendencia a terminar en caos.

Las situaciones europea, rusa y china son de gran importancia, pero no conducen a acciones dramáticas. Estados Unidos no va a bloquear a China por el yuan o a mantener un conjunto impresionante de reuniones con los europeos para conseguir que incrementen sus presupuestos de defensa y se comprometan a apoyar más las guerras de EE.UU.. Y la situación en relación a Corea del Norte no tiene una imperiosa urgencia como para justificar una acción de EE.UU. Hay muchas acciones que satisfarían las inclinaciones acuerdistas de Obama, pero no servirían para darle la imagen de firme en política exterior.



La Opción Iraní

Esto deja la opción obvia: Irán. Irán es el único tema en el cual el presidente podría galvanizar a la opinión pública. Los Republicanos han retratado a Obama como débil en la lucha contra el islamismo militante. Muchos de los Demócratas ven a Irán como un violador represivo de los derechos humanos, particularmente después de la represión contra el Movimiento Verde. La Península Arábiga, en particular Arabia Saudita, tiene miedo de Irán y quiere que Estados Unidos haga algo más que proporcionar armas por valor de 60 mil millones de dólares en los próximos 10 años. Los israelíes, obviamente, son hostiles. Los europeos son hostiles a Irán, pero quieren evitar una escalada, a menos que termine rápidamente, con éxito y sin interrupción de los suministros de petróleo. Los rusos - como los iraníes - son una espina en el costado americano, como lo son los chinos, pero tampoco tendrán muchas opciones si Estados Unidos se ocupa de Irán rápida y eficazmente. Además, la situación en Irak mejoraría si Irán fuera neutralizado, y la psicología en Afganistán también podría cambiar.

 

Si Obama fuera a utilizar la política exterior para mejorar su posición política, a través de una acción decisiva y lograr algunos resultados positivos en las relaciones con gobiernos extranjeros, el único lugar donde lo podría hacer sería Irán. La cuestión es qué podría tener que hacer y cuales serían los riesgos. Nada podría, después de todo, lastimarlo más que una postura agresiva contra Irán que no lograra sus objetivos o que se convirtiera en un desastre militar para Estados Unidos.

 

Hasta ahora, la política de Obama hacia Irán ha sido la de aumentar gradualmente las sanciones mediante la construcción de una coalición débil y esperar que las sanciones provoquen cambios en la situación política interna de Irán. La idea es debilitar al presidente Mahmoud Ahmadinejad y fortalecer a sus enemigos, que se supone son más moderados y menos inclinados a lograr tener armas nucleares. Obama ha evitado una acción militar abierta contra Irán, por lo que una confrontación con Irán requeriría un cambio deliberado en la posición de EE.UU., lo que requeriría una justificación.

 

La justificación más obvia sería afirmar que Irán está a punto de construir un dispositivo nuclear. Sea o no esto cierto, sería irrelevante. Primero, nadie estaría en condiciones de impugnar la afirmación, y segundo, la credibilidad de Obama al afirmarlo sería mucho mayor que la de George W. Bush, dado que Obama no tiene que hacer frente a la debacle de las armas de destrucción masiva de 2.003 [en Irak, NT] y tiene la ventaja de no haber hecho antes tal afirmación. Viniendo de Obama, la afirmación confirmaría las opiniones de los Republicanos, mientras que los Demócratas estarían en apuros para desafiarlo. Ante esta afirmación, Obama se vería obligado a tomar medidas. Podría mostrarse reacio para su base, firme para el resto. A los Republicanos no les sería fácil atacarlo. Tampoco la afirmación sería una mentira. Definir lo que significa casi poseer armas nucleares es casi una discusión metafísica. Se requiere sólo un cambio en las definiciones y supuestos. Se trata de un escenario cínico, pero puede ser alineado con preocupaciones razonables.

Como Stratfor ha sostenido en el pasado, destruir la capacidad nuclear de Irán no supone una incursión de un día, tampoco Irán carece de la capacidad de tomar represalias. Sus instalaciones nucleares se encuentran en varios lugares e Irán ha tenido años para reforzar esas instalaciones. Destruir las instalaciones podría requerir una extensa campaña aérea e, incluso, podría requerir del uso de unidades de operaciones especiales para verificar los daños y completar la misión. Además, serían necesarias acciones militares contra las fuerzas navales de Irán para proteger las rutas del petróleo por el Golfo Pérsico,, tendrían que ser atacados enjambres de pequeños barcos lanzadores de misiles anti-buque y minas, la fuerza aérea iraní y ser desarticuladas las unidades de defensa antiaérea. Esto no resolvería el problema del resto de las fuerzas convencionales de Irán, lo que representaría una amenaza para la región, por lo que estas fuerzas también tendrían que ser atacadas y reducidas.

 

Un ataque contra Irán no sería una invasión, ni sería una guerra corta. Al igual que Yugoslavia en 1999, sería una extendida guerra aérea que duraría un número indeterminado de meses. Habría prisioneros de guerra estadounidenses de los aviones que fueran derribados o sufrieran fallas mecánicos sobre territorio iraní. No habría muchas víctimas civiles sobre los que los medios de comunicación internacionales se centrarían. No sería una campaña antiséptica, pero probablemente (aunque es importante reiterar que no con seguridad) destruiría la capacidad nuclear de Irán y debilitaría profundamente a sus fuerzas convencionales. Sería una guerra basada en la fortaleza de Estados Unidos en la guerra aérea y la tecnología, no en las debilidades de Estados Unidos en contrainsurgencia. Fortalecería al régimen iraní (como los bombardeos aéreos por lo general lo hacen) llamando al público iraní a ubicarse de su lado contra la agresión. Si la campaña tuviera éxito, el régimen iraní podría ser más fuerte políticamente, al menos por un tiempo, pero destrozado militarmente. Una campaña exitosa facilitaría la retirada de EE.UU. de Irak, calmaría a los saudíes y les demostraría a los europeos la capacidad y voluntad de los estadounidenses. También haría que los rusos y los chinos fueran más considerados.

 

Una campaña contra Irán tendría sus riesgos. Irán podría lanzar una campaña terrorista y tratar de cerrar el Estrecho de Ormuz, llevando la economía mundial a una profunda recesión, elevando los precios del petróleo. También podría crear una guerra civil en Irak. La Inteligencia de EE.UU. podría haberse perdido el hecho de que los iraníes ya pueden lanzar un arma nuclear. Todos estos son los posibles riesgos y, de acuerdo al pensamiento de Stratfor, los riesgos son mayores que las recompensas. Después de todo, el mejor plan militar puede terminar en un fiasco.

 

Hemos argumentado que una negociación con Irán, del tipo del cambio total del presidente Richard Nixon respecto de China, sería una solución de menor riesgo para el problema nuclear de la opción militar. Pero, para Obama, esto es políticamente difícil de hacer. Si Bush lo hubiera hecho, habría tenido las credenciales ideológicas para hacer frente a Irán, así como Nixon tenía las credenciales ideológicas para hacer frente a China. Pero Obama no. Negociar un acuerdo con Irán, después de una aplastante derrota electoral, abriría las compuertas a la condena de Obama como un apaciguador. Al perder poder, pierde la opción de negociar, a menos que se contente con ser un presidente de un solo mandato.

 

Estoy diciendo lo siguiente. Primero, Obama estará paralizado en políticas nacionales debido a estas elecciones. Puede diseñar una campaña de reelección culpando a los Republicanos por el estancamiento. Esto tiene sus ventajas y sus desventajas; los Republicanos, acusándolo de negarse a ajustarse a los deseos del electorado, lo culparán por el estancamiento. Puede tomar cualquiera de las dos direcciones. La otra opción para Obama es buscar el triunfo en política exterior, donde tiene una mano débil. La única manera evidente de lograr el éxito que tendría un efecto positivo sobre la posición estratégica de EE.UU. es atacar a Irán. Tal ataque tendría ventajas sustanciales y peligros muy reales. Podría cambiar la dinámica de Medio Oriente y podría ser un fracaso militar.

 

No estoy afirmando que Obama decidirá hacerlo sobre la base de la política, aunque ningún presidente de EE.UU. se ha comprometido en involucrarse en el exterior sin consideraciones políticas, ni que debe hacerlo. Estoy diciendo que, en este momento de la historia, dado el estancamiento interno que parece estar a la vista, un cambio hacia un énfasis en la política exterior tiene sentido, Obama necesita ser visto como un comandante en jefe eficaz e Irán es el objetivo lógico .

Esto no es una predicción. Obama no comparte sus pensamientos conmigo. Se trata simplemente de una especulación sobre las opciones que Obama tendrá después de las elecciones de mitad de período, no lo que optará por hacer.


Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

http://www.stratfor.com/weekly/20101025_us_midterm_elections_obama_iran

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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