lunes, 28 de septiembre de 2009

Fwd: Esther Shabot . Ahmadinejad: la gota que derramó el vaso



 
 
 
 
 
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Ahmadinejad: la gota que derramó el vaso

Esther Shabot

Diario Excelsior de México

27/09/09

 

Peor imposible. Así podría describirse la comparecencia del presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York el miércoles pasado. El show que protagonizó un día antes el presidente libio Muammar al-Gaddafi, con su caótica y larga perorata, fue el preludio de lo que aún faltaba por llegar. El discurso del controvertido líder iraní constituyó un refrito de las obsesiones patológicas que lo han caracterizado desde siempre. Abundaron en él las acusaciones a Occidente de hipocresía e imperialismo, las diatribas en contra del Estado de Israel al que calificó con los peores adjetivos, las afirmaciones de corte antisemita clásico en el sentido de atribuir toda clase de conspiraciones malignas de alcance mundial al pueblo judío, la negación una vez más de la verdad histórica del holocausto judío a manos del nazismo, y las alusiones al derecho que tiene su país a desarrollar potencial nuclear, sin mencionar en absoluto las intenciones más que claras de su régimen de obtener armamento de ese tipo.

Por supuesto, no faltó tampoco el autoelogio al hablar de los resultados de las elecciones de junio pasado, declarando: "Nuestra nación ha pasado por una gloriosa y absolutamente democrática elección, abriendo así un nuevo capítulo para nuestro país en su marcha hacia el progreso nacional y el mejoramiento de nuestras relaciones internacionales… los votantes iraníes me manifestaron su confianza a través de una amplia mayoría." Estas aseveraciones son plenamente sintomáticas de la conocida tendencia sicótica del presidente iraní a negar la realidad, por más evidente que ésta sea, para presentar un panorama diametralmente opuesto y siempre afín a los objetivos mesiánicos y estratégicos que han caracterizado a su gestión. No en balde mientras él hablaba una importante cantidad de delegados fueron abandonando el recinto en protesta a lo que estaban escuchando. Por su parte, el ministro de relaciones exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier expresó que lo dicho por Ahmadinejad era intolerable y que este personaje era en efecto, una desgracia para su país.

El discurso de odio emitido por Ahmadinejad ha reforzado sin duda la conciencia internacional del peligro inherente a la carrera nuclear en la que Irán está empeñado. Y por si fuera poco, hace dos días apareció la noticia, divulgada por el propio Irán, que este país tiene ya lista una segunda planta nuclear, desarrollada en secreto y sin el conocimiento de la Agencia Internacional de Energía Atómica. Esto provocó que poco antes de la apertura oficial de la reunión del G-20 en Pittsburgh, los máximos líderes de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia emitieran indignados una fuerte condena al país persa y advirtieran que Teherán enfrenta una fecha límite para cumplir con las exigencias internacionales al respecto. De fallar en este compromiso, la amenaza es que le serán impuestas más fuertes sanciones.

El presidente francés Nicolás Sarkozy, al advertir que el plazo vencerá en diciembre próximo, señaló que "Irán está conduciendo a la comunidad internacional por un camino peligroso, por lo que no podemos permitir a los líderes de ese país ganar más tiempo mientras los motores de las centrifugadoras atómicas continúan funcionando."

Al parecer, Ahmadinejad ha cruzado esta semana una línea roja. Cada vez es mayor el consenso acerca de la amenaza gigantesca que significa para el mundo la carrera nuclear iraní, al grado que el presidente Barack Obama ha maniobrado para acercar a Rusia y a China a las posturas que al respecto sostienen los países occidentales. Por lo pronto, el presidente Dimitri Medvedev parece haber abandonado su reticencia a imponer mayores sanciones a Teherán, y aunque China aún se resiste a sumarse a la voluntad de sus compañeros en el Consejo de Seguridad de parar a Ahmadinejad, es posible que termine por renunciar a su veto a las sanciones, no obstante la estrecha interdependencia energética y de negocios que existe entre Beijing y el régimen de los ayatolas. Nada más deseable pues que éste reconsidere y calcule el enorme costo que le implicará seguir engañando a la comunidad internacional. Porque no sólo sanciones más severas estarían a la puerta, sino que incluso un operativo militar de consecuencias imprevisibles podría estarse gestando como producto de la alarma que justificadamente corre en el mundo ante el panorama ominoso de un Irán en posesión de bombas atómicas

Cortesia Samuel Auerbach 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
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