miércoles, 30 de junio de 2010

Fwd: LINCOLN R. MAIZTEGUI CASAS Nuestra propia supervivencia





 
 
 
 
 
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Nuestra propia supervivencia

 

El asalto por parte de Israel a la autotitulada Flotilla de la Libertad, quitó la atención sobre el tema de fondo en Medio Oriente, que no es otro que la lucha entre el racionalismo occidental y el fanatismo religioso

 

 

 POR LINCOLN R. MAIZTEGUI CASAS

 

  Publidado en "El Observador".

 

 

 

 El abordaje de una flotilla que iba rumbo a Gaza por fuerzas armadas israelíes, que culminó con la muerte de varias personas, ha vuelto a levantar ante el mundo la imagen de un Israel agresivo e intolerante y ha provocado numerosas protestas de la comunidad occidental "bienpensante", incluida una declaración del gobierno uruguayo.



La llamada franja de Gaza padece un bloqueo por parte de las fuerzas israelíes, motivada por la presencia de terroristas islámicos, y la expedición, autotitulada Flotilla de la Libertad, pretendía quebrar ese bloqueo llevando a la población civil ayuda humanitaria.



 

A partir de ese hecho, acontecido el 31 de mayo, los medios de difusión de todo el mundo y los sitios de Internet, se han visto inundados por versiones opuestas provenientes de una y otra parte. Las fuentes hostiles a Israel subrayan el carácter eminentemente no bélico y humanitario de la flota agredida, señalan que las 633 personas de 37 países que la integraban no pueden ser acusadas de complicidad con el terrorismo y justifican la iniciativa de quiebre del bloqueo por considerar que este perjudica básicamente a la población civil. Y acusan a Israel de prepotencia militarista.

Medios y personalidades israelíes, en cambio, afirman que si bien no todos los expedicionarios eran extremistas, algunos de ellos –que viajaban en el Mavi Marmara, único barco en el que hubo violencia– sí lo eran y que fueron los primeros en agredir a los soldados judíos que abordaron la nave. Presentan grabaciones que pretenden probar esos hechos (y que sus enemigos dicen haber sido editadas y manipuladas) y levantan, como supremo argumento, el derecho inalienable del Estado judío de bregar por su seguridad y su propia existencia.

 

Yo no sé, en este caso concreto, quién tiene más razón. No me cabe duda de que, en el plano propagandístico, Israel ha padecido una derrota. A otros cabe dilucidar si la acción emprendida era imprescindible aun a costa de esa gabela. Pero una vez más, me parece necesario levantar la mira y colocar el hecho sobre el gigantesco telón de fondo de lo que se juega en esa zona del mundo. Ya lo he dicho repetidas veces, y algunas voces mucho más autorizadas que la mía lo han proclamado "urbi et orbi": aquí lo que se dilucida es un conflicto decisivo entre la racionalidad y el fanatismo, entre la tolerancia (palabra antipática esta, que da un poco la idea de "no me gustas, pero te aguanto"; no se me ocurre una mejor) y la intransigencia, entre el racismo y el amor al prójimo; extremando las expresiones, entre el medioevo que quiere renacer y el viejo sueño ecuménico de fraternidad humanista.

 

Así mirado, los que nos consideramos hijos y herederos de una cultura que lleva milenios intentando convencerse, y convencer a los demás, de que es posible cohabitar este planeta sobre la base del respeto a la discrepancia y la mutua colaboración (judíos, cristianos y musulmanes, ateos y deístas, sostenedores de las ideas filosóficas más diversas y antagónicas), no tenemos, en esta coyuntura, otro camino que identificarnos con la causa israelí.

 

 ¿Implica esto una condena a la religión musulmana, a los millones de seres humanos que la sostienen o a sus bases espirituales y morales? No, en absoluto. ¿Significa acaso una negación de los derechos del pueblo palestino? Tampoco; por el contrario, es una reafirmación de los mismos. Ni mucho menos, una justificación de todas y cada una de las acciones que el Estado de Israel adopta en su defensa. Lo que sí implica, y habría que subrayarlo con trazos de fuego, es el repudio al fanatismo religioso, a la abyecta idea de que Dios se expresa a través de "pueblos elegidos" o "mártires de la fe" cuya vida se justifica en la tarea de imponer a los demás su particular cosmovisión.

 

Hoy día, en medio de un antisemitismo cada vez más explícito, de aspiraciones desembozadas de supremacía universal, de líderes que predican el odio y elevan a la categoría de obligación ética (y hasta de camino necesario de santidad) la destrucción de los que no piensan como ellos, en nombre –¡ah, absurdo sin levante!– de Dios, el Justo y el Misericordioso, Israel, con todos los errores y excesos coyunturales que se quiera, representa la avanzada de una cultura que costó miles de años construir, ante el embate de la barbarie renacida. No alcanzo a comprender cómo los que aún gozamos de las libertades y la independencia de pensamiento que tanto costó adquirir, no unimos nuestro esfuerzo al del bravo Estado judío; aunque muchos no lo comprendan, nos estamos jugando en ello nuestra propia supervivencia. 

 

 Difusion: www.porisrael.org

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
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