martes, 8 de junio de 2010

Fwd: Marta González Isidoro. Los desatinos de Moratinos.




 
 
 
 
 
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Los desatinos de Moratinos.

Marta González Isidoro.

Infomedio

6 de Junio de 2010

 

 Apenas un mes atrás, llamaba la atención la celeridad con la que la Comunidad Internacional se ponía de acuerdo, otra vez, para decirle a Israel como tiene que gestionar su política interna, y para exigirle, con una contundencia que ya raya en lo inmoral, medidas inmediatas para atajar la entonces crisis de los asentamientos – como si el asunto fuera algo excepcional – y retomar un diálogo de paz que culmine en dos años en el establecimiento de un Estado Palestino.

 

 

El Cuarteto (ONU, Estados Unidos, UE y Rusia) para Oriente Medio, más los representantes especiales en la región, los británicos Tony Blair y Catherin Ashton, se permitían dar lecciones de democracia a Israel y dictarle la Agenda, como si de un pelele o un Estado paria se tratara. Estado paria deben pensar que es, de lo contrario, no se entiende que con todo el trabajo que da un mundo tan inhumano, donde abundan los Estados y las organizaciones terroristas, con tanto iluminado, déspota  y voceras suelto por el planeta y tanto comercio inmoral de armas, seres humanos y demás mercancía inclasificable, gasten tanto dinero y esfuerzo en demonizar a este pequeño país ejemplo, por lo demás, de democracia, inteligencia y desarrollo.

 

 

Europa no sorprende, la verdad. Sus sermones moralistas unilaterales hace tiempo que no surten ningún efecto en las cancillerías israelíes. Tampoco es un actor ni un interlocutor imprescindible a tener en cuenta por el gobierno israelí, afortunadamente. Pero Estados Unidos sí, y en la medida en que la crisis parecía afectar  a las relaciones – al menos, a la dinámica de las mismas – entre ambos países, se fortalece la posición de los grupos palestinos más radicales y de los Estados y actores que apoyan, financian, sustentan y promueven el terrorismo yihadista.

 

 

Pero el problema, entonces y ahora, no es la construcción de nuevos asentamientos, ni la cuestión de los refugiados, ni la situación humanitaria en Gaza, ni siquiera la manipulada disputa por Jerusalén. El problema son los propios palestinos: es la falta de voluntad de sus dirigentes – del color político que sea, todos son iguales – para comprometerse  en acuerdos serios sin precondiciones; es la falta de voluntad y de realismo político para asumir la existencia de Israel y su legítimo derecho a ser un Estado judío independiente, secular y democrático; es la falta de voluntad para crear instituciones viables que den solución real a los problemas reales de su gente; es el miedo a perder los suculentos subsidios de la Comunidad Internacional  y el protagonismo que les confieren los líderes políticos y medios de comunicación y propaganda del mundo, así como el apoyo incondicional de la legión de oenegeros y demás tribus de aburridos progres y pseudo intelectuales que les hacen la campaña. En definitiva, es el miedo a reconocer la ficción de un Estado que nunca tuvo historia, y que dejará de tenerla en el mismo instante en que la Comunidad Internacional diga "si quiero" a su nacimiento. Inevitablemente, otro Afganistán o Valle de la Bekaa, pero más peligroso, que Israel, lógicamente, no está dispuesta a permitir.

 

   

Pero la crisis desatada tras la visita del vicepresidente de Estados Unidos a la región no fue sólo una rabieta momentánea. Como si de un tablero de ajedrez se tratara, los actores regionales han tomado posiciones y movido ficha. Nada ocurre por casualidad, y mucho menos en Oriente Medio. El contexto internacional en el que se gesta – y se planifica- la operación política de descomposición de Israel con la excusa de romper el bloqueo de Gaza con el envío de una flota humanitaria, es muy simple: en medio de una profunda y aguda crisis económica internacional que violenta especialmente a la Unión Europea, precisamente en un momento de profunda agitación social por las medidas que algunos países europeos empiezan a tomar contra ciertas costumbres poco democráticas de su población musulmana – uso del velo, burka, nikab, etc -, Estados Unidos organiza una Conferencia Internacional sobre Desarme y No Proliferación sin resultados comprometedores a corto y medio plazo, pero que señala directamente a Irán y Corea del Norte y hace una seria advertencia a Israel, aunque sin acusarle directamente. Turquía será el convidado de piedra que, en la sombra, geste una eficaz operación que le permita romper definitivamente una relación con Israel que hace girones desde la llegada de los islamistas al poder, y, ante las evasivas a formar parte del Club europeo, virar peligrosamente hacia Irán y recuperar la posición de potencia regional usurpada tras la desmembración del Imperio Otomano por las potencias Occidentales. Y la Alianza de Civilizaciones es el marco perfecto para arrastrar a una Comunidad Internacional que reacciona como Fuenteovejuna cuando se trata de liberar su vena antijudía disfrazada de antisionismo.

 

 

Por su parte España, como no podía ser de otra manera, hace tiempo que lidera la batalla de los despropósitos. El presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, no se equivoca al decir que "vivimos momentos históricos". Teniendo en cuenta su afición ultraestelar por la conjunción planetaria y los discursos grandilocuentes – eso sí, vacíos de contenido y descafeinados -, no es de extrañar que defina como histórico el hecho de que nunca la Política Exterior española había navegado en aguas tan peligrosas como hasta ahora. Peligrosas y esquizofrénicas. Su Ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, no sabe ya que hacer para seguir siendo el centro de atención de una Comunidad Internacional cada vez más perpleja ante los desvaríos de un Jefe que, si no fuera porque va de laico, más de uno pensaría que siente cierta envidia de ciertos mensajeros divinos a los que pretende emular. Envidia rancia o iluminismo de teletubi, lo cierto es que está acabando lentamente con la carrera de un diplomático respetado antaño en el escenario internacional por su mesura y con el prestigio de un país que poco a poco había ido asumiendo su papel como potencia, si no de primera, al menos con la suficiente importancia estratégica como para tenernos en cuenta.

 

 

Lamentablemente, los desatinos del Ministro, tan elocuentes en otros escenarios regionales, son bien recibidos cuando se trata de ponerse al frente de una cruzada que pretende, nada menos, que dirigir la política de Israel y reorganizar el mapa de Oriente Medio haciéndole el juego a los violentos. Olvidan, el señor Moratinos y compañía, que Israel no es un Estado tutelado. La contundencia con la que se permiten exigir responsabilidad a Israel por defender su soberanía e independencia frente a la agresión terrorista – y no la simple amenaza - contrasta con la tibieza con la que afrontan el peligro nuclear iraní, y su oposición sistemática a actualizar la lista de organizaciones terroristas -  con la inclusión de la Guardia Revolucionaria iraní y la palestina Al Fatah – y de Estados que apoyan o financian el terrorismo – Irán, Siria, Arabia Saudí, Yemen, Somalia, Sudán, Mali, Argelia, Libia, Marruecos, Venezuela, Ecuador, Pakistán, Corea… la lista es larga -; a congelar las cuentas y fondos procedentes de estas organizaciones o Estados cuyos fines no estén claros; a dar un ultimátum serio, creíble y contundente a Irán para que desmantele su programa nuclear; a proceder al aislamiento diplomático de actores y países que no cumplen con las garantías de democracia y derechos humanos – Cuba, China, Venezuela, Arabia Saudí y países árabes e islámicos, por citar sólo algunos ejemplos. Europa desvaría y el Oriente Medio radical se consolida. 

 

 

 

Pobrecitos palestinos, sin instituciones que les representen y les defiendan, sometidos como están al continuo yugo de Israel y asfixiados por un bloqueo inhumano e injusto… No es de extrañar que se defiendan, porque son luchadores por su libertad, y los progres del mundo – incluso los tiranos -, unidos por un sentimiento filantrópico de solidaridad de pañuelo, son su mejor altavoz y escudo protector.  Defender la causa palestina en oposición a Israel es políticamente correcto, porque libera el sentimiento histórico de culpa al demonizar y criminalizar a la antigua víctima, hoy convertida en verdugo sin escrúpulos.

 

 

Israel hace tiempo que perdió la batalla de la propaganda. Cualquier acción encaminada a defender su soberanía e independencia es calificada gratuitamente de genocidio o crimen de lesa humanidad. La razón está en retroceso en un mundo carente de horizontes éticos. La nube verde y amarilla avanza lentamente y amenaza con fagocitar nuestros derechos más elementales. En el centro, Israel enciende una pequeña linterna y lanza un quejido de auxilio. ¿Seremos capaces de comprender que el destino de Occidente y del mundo libre está ligado a la supervivencia de Israel como Estado independiente? O ¿seguiremos mirando a otro lado y disfrazando de buenismo lo que no es más que hipocresía y puros intereses estratégicos?

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
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