Ahmadinejad se ha convertido en un peligro para Irán
Al mismo tiempo que el control del régimen iraní sobre las calles del país y sobre las universidades se desmorona, la probabilidad de una revolución crece sin cesar.
Por Zvi Bar'el
Haaretz.com
11.06.10
Ha pasado un año desde la reelección, en Irán, del Presidente Mahmud Ahmadinejad. La controversia internacional en torno al líder iraní, de pronto, se reduce a una pregunta: ¿Qué le ha hecho Irán a Estados Unidos, y que le ha hecho Estados Unidos a Irán, en el último año? ¿Se ha reído Ahmadinejad en la cara del mundo y el Presidente Barack Obama, de EE.UU., salvó al mundo de Irán?
Irán, un país de más de 70 millones de personas, se ha convertido en un símbolo del mal debido a su apoyo al terrorismo o porque está gobernada por un clérigo religioso o, debido a eso, porque ha oprimido a los movimientos políticos liberales, clausuró diarios y ejecutó homosexuales. Ni Arabia Saudí, ni Jordania, ni Pakistán, ni Egipto son democracias perfectas.
Los derechos humanos no suelen ser una base para imponer sanciones, y los peligrosos movimientos terroristas existen en todos los países musulmanes. La imagen del mal de Irán está relacionada con su programa de enriquecimiento de uranio y su negación del Holocausto.
Aunque el año pasado ha sido un año de conflictos, más sobre el programa de enriquecimiento de uranio, y mucho menos sobre la negación del Holocausto de Ahmadinejad y sobre el derecho de Israel a existir, ha sido un año revolucionario para los propios iraníes. Es cierto que no ha habido ninguna revolución real pero, aparentemente, tuvo que haber un enorme fraude electoral, el año pasado, para incitar a las mayores protestas en el país desde la revolución de 1979, y a las críticas al presidente por parte de los miembros conservadores del parlamento. Estos acontecimientos reflejan un nuevo capítulo en Irán.
Ésta es la historia de un régimen que, después de 30 años en el poder, se enfrenta a la incertidumbre acerca de su continuada posesión del poder, debido al mismo pueblo iraní. No es algún enemigo externo el que ha amenazado a las autoridades. No son las sanciones, a las que el régimen se ha acostumbrado durante alrededor de 30 años, y a las que ha logrado evadir con relativo éxito, o el frente árabe, de pronto encolumnados contra el país.
El régimen comienza a consumirse por dentro y, como resultado, Ahmadinejad se ha convertido en un peligro para el propio Irán, a tal punto que el líder supremo, Ayatollah Ali Khamenei, en varias ocasiones, ha tenido que contravenir las decisiones del presidente y establecer una política que no cuadraba con las pretenciosas aspiraciones de Ahmadinejad.
Esto se debe a que la economía iraní ha sido destruida, no tanto por las sanciones como por las distorsionadas políticas económicas de Ahmadinejad. Muchas cosas han provocado que el pueblo se vuelque contra el régimen: el enorme derroche de las reservas monetarias de Irán, la inversión en proyectos ostentosos que enriquecieron a muchas empresas de países que firmaron las sanciones contra Irán, el fracaso en la creación de empleos para los millones de desempleados de Irán, y el puño de hierro empleado contra los rivales del presidente. Esto sólo ha reforzado la influencia de la Guardia Revolucionaria en todos los lugares posibles, especialmente en respuesta a los acontecimientos del año pasado. Este proceso puede verse desde los proyectos económicos hasta la vigilancia militar sobre el Golfo Pérsico, desde el aeropuerto hasta el enriquecimiento de uranio.
De cara a la desintegración del control sobre las calles y sobre las universidades, Irán se ha convertido en un país, en el último año, donde el ejército tiene miedo de la gente. Ese es un fenómeno nuevo en Irán en el período transcurrido desde la caída del Shah, pero de ninguna manera es nuevo en la historia de Irán. Durante el gobierno del Shah, se desarrolló una rebelión civil tranquila, y las fuerzas de seguridad impusieron un dominio absoluto sobre la población civil, hasta que el pueblo salió a las calles y se sacó de encima al régimen. Se trató, de un período de 25 años hasta que la revolución islámica realmente ocurrió, y ahora el régimen islámico está descubriendo una amenaza similar a su existencia en esas mismas calles.
Ahora la pregunta es cuánto tiempo puede el régimen convencer al público de la necesidad de unidad frente a un enemigo externo. Ahmadinejad completará su mandato como presidente en otros tres años, y luego tiene que esperar cuatro años antes de que pueda presentarse de nuevo. Estos cuatro años serán un período importante durante el cual al público iraní se le debe enseñar que el desastre llamado Ahmadinejad no puede repetirse.
Traducción para porisrael.org : José Blumenfeld
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