Otros medios, los mismos fines
Miguel Martin
Es la primera vez en su moderna historia que Israel somete a su ejército bajo la lupa investigadora de una comisión internacional bajo el mandato de las NNUU y conformada por personas de absoluta credibilidad y rigor entre los que destacan el saliente Presidente de Colombia, Álvaro Uribe, el también ex-presidente de Nueva Zelanda, Geoffrey Palmer, un representante turco y el propio Ban Ki-moon. Un Estado que admite semejante comité para investigar y aclarar acciones de sus fuerzas armadas, legítimas y legales, es todo un desafío para el resto de los países demócratas, no para las tiranías y dictaduras, esas mismas que claman porque esta comisión se ponga en marcha pero la rechazan si fuera para ser investigadas ellas mismas.
¿Podría imaginarse esto mismo para Irán? No. ¿Cabría la posibilidad que Rusia lo permitiera? Ni en sueños. Incluso los mismos EEUU de América rechazarían semejante intromisión en sus asuntos. No digamos el Reino Unido y menos aún la Francia instalada en su "grandeur" tradicional. Y para no dejar nada fuera del tiesto, Hamás no permitirá que nadie metiera la nariz en los crímenes cometidos en la franja, ni Hizbolla en el Líbano lo iba a consentir.
Entonces, ¿Por qué se le exige a Israel algo que ninguna otra nación u organismo estaría dispuesta a aceptar? Porque Israel necesita todos los días de su existencia como país y Estado demostrar que es eso mismo, un Estado legal y que merece ser reconocido, debe ganárselo a pulso cada día y cada semana, año tras año tiene que rendir cuentas al resto de la humanidad sobre su legalidad y legitimidad y aún así, se le sigue negando el derecho a existir. Eso tiene un nombre, eso se llama judeofobia generalizada. No es el temor que inspira la capacidad de sus fuerzas armadas, es el miedo que genera la existencia de una sociedad como la israelí, capaz de asumir su propia defensa, la de sus ciudadanos, una sociedad que además demuestra año tras año ser capaz de sobrevivir gracias a su propio esfuerzo y además suministrar ideas, investigación brillante, tecnología de última generación, una sociedad en la que caben todos los que deseen vivir en paz y contribuir a su desarrollo y bienestar. Una sociedad así es de temer porque proyecta un brillo que desespera a todos sus enemigos que no son solamente los que la rodean, una sociedad que se basta a sí misma para demostrar al resto de la humanidad qué hace falta para doblegar y poner de rodillas a sus enemigos. Hoy se le exige que se ponga de rodillas, se humille, pida perdón por defenderse, enriquecerse gracias al esfuerzo de todos sus ciudadanos. Hoy se le exige que baje la mirada y muerda el polvo, que descienda al mismo nivel en que están sus vecinos y otros muchos más. Hoy pocos soportan que Israel haga la tarea que sus rivales no quieren hacer, les desespera que Israel sea capaz con sus siete millones de habitantes de dar lecciones al resto de la humanidad en casi todas la áreas. Por eso hay que humillarla, pisotearla, acogotarla, observar con lupa todas y cada una de sus decisiones como si de una sociedad bajo sospecha se tratara. La existencia de Israel es necesaria para que el resto de las sociedades cubran sus propias miserias, pero al mismo tiempo se le exigen niveles superiores al resto de la humanidad. Eso da de sí lo suficiente para llenar las expectativas de muchos que creen llegada la hora de tumbar por ese camino a una sociedad que se ha hecho a sí misma sin la contribución de ninguno de cuantos ahora le exigen más limpieza que la suya propia.
Pura hipocresía, perversa malicia, justicia y cambalache unidos para un mismo fin: Hacer naufragar a Israel por puro odio y revanchismo. No lo conseguirán. La verdad siempre es más fuerte que la mentira y la maldad.
Miguel Martín
Zaragoza.
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