Los Palestinos, Solos
Por Efraim Karsh
New York Times
Publicado el 1º de agosto de 2010
Desde hace tiempo, la sabiduría convencional ha sido que la resolución del conflicto palestino-israelí es un requisito previo para la paz y la estabilidad en Medio Oriente. Dado que los árabes y los musulmanes están tan apasionados por el problema palestino, este argumento funciona, el estancamiento palestino-israelí alimenta la ira y la desesperación regionales, da mayores razones a los grupos terroristas como Al Qaeda y a la insurgencia en Irak, y obstaculiza la formación de una coalición regional que ayude a bloquear la búsqueda de Irán de armas nucleares.
Entonces. ¿Qué vamos a hacer con una reciente encuesta, para la cadena de televisión Al Arabiya, que encontró que un asombroso 71 por ciento de los encuestados árabes no tienen interés en las conversaciones de paz palestino-israelíes? "Este es un indicador alarmante", se lamentó Saleh Qallab, un columnista del diario pan-árabe Al Sharq al Awsat. "Los árabes, tanto las personas como los regímenes, siempre han estado tan interesados en el proceso de paz, en sus desarrollos y detalles, ya que estaban comprometidos con la causa palestina en sí misma".
Pero la verdad es que las políticas árabes, desde mediados de la década de 1930, sugieren lo contrario. Si bien la "cuestión Palestina", durante mucho, tiempo ha sido central en la política entre los países árabes, los estados árabes han mostrado mucha menos preocupación por el bienestar de los palestinos que por sus propios intereses.
Por ejemplo, todo el mundo sabe que la invasión pan-árabe de mayo 1948 del naciente Estado de Israel, fue más una lucha por el territorio palestino que una lucha por los derechos nacionales palestinos. Como admitió una vez el primer secretario general de la Liga Árabe, Abdel Rahman Azzam, a un reportero británico, el objetivo del rey Abdullah de Transjordania "fue engullirse las regiones montañosa centrales de Palestina, con acceso al Mediterráneo en Gaza. Los egipcios obtendrían el Neguev. Galilea sería de Siria, salvo que la parte costera,, hasta Acre, sería añadida a Líbano".
De 1948 a 1967, cuando Egipto y Jordania gobernaban a los palestinos de la Franja de Gaza y de la Margen Occidental, los estados árabes malograron el colocar a estas poblaciones en el camino hacia su estado. También mostraron poco interés en la protección de sus derechos humanos o, incluso, en mejorar su calidad de vida - que es parte de la razón por la que 120.000 palestinos de la Margen Occidental se trasladaron a la Margen Oriental del río Jordán y otros cerca de 300.000 emigraron al extranjero. "No nos importaba si morían todos los refugiados", dijo una vez un diplomático egipcio. "Hay suficientes árabes alrededor".
No es sorprendente que los estados árabes nunca hayan vacilado en sacrificar palestinos a gran escala, siempre que eso se acomodara a sus necesidades. En 1970, cuando su trono estuvo bajo la amenaza de la Organización para la Liberación de Palestina, el afable y totalmente occidentalizado Rey Hussein de Jordania, ordenó la muerte de miles de palestinos, un evento conocido como "Septiembre Negro".
Seis años más tarde, las milicias cristianas de Líbano, respaldadas por el ejército sirio, masacraron a unos 3.500 palestinos, mayormente civiles, en el campamento de refugiados Tel al-Zaatar de Beirut. Estas milicias, nuevamente, asesinaron a cientos de palestinos en 1982, en los campamentos de refugiados de Sabra y Shatila, esta vez bajo la atenta mirada de Israel. Ninguno de los estados árabes vino al rescate de los palestinos.
Peor aún, a mediados de los años 80, cuando la OLP - designada oficialmente por la Liga Árabe como "representante única del pueblo palestino" - trató de restablecer su presencia militar en Líbano, fue expulsada bruscamente por el presidente Hafez al-Assad de Siria.
Esta historia de manipulación de la causa palestina, por parte de los líderes árabes, para sus propios fines, ignorando la suerte de los palestinos, sigue y sigue. Saddam Hussein, en un intento de ennoblecer sus designios depredadores, afirmó que no consideraría poner fin a su invasión de Kuwait de agosto de 1990, sin "la inmediata e incondicional retirada de Israel de los territorios árabes ocupados en Palestina".
Poco después de la Guerra del Golfo Pérsico, los kuwaitíes se dedicaron a castigar a la OLP por su apoyo a Hussein – cortando el patrocinio financiero, expulsando a cientos de miles de trabajadores palestinos y sacrificando a otros miles. Su castigo fue tan severo que Arafat se vio obligado a reconocer que "lo que Kuwait hizo al pueblo palestino es peor que lo que ha sido hecho por Israel a los palestinos en los territorios ocupados."
Contra este telón de fondo, es una señal positiva el que tantos árabes, aparentemente, han crecido tan apáticos acerca del conflicto palestino-israelí. Porque si el egoísta intervencionismo de los regímenes árabes les ha negado a los palestinos el derecho a determinar su propio destino, entonces la mejor, de hecho la única, esperanza de paz entre árabes e israelíes se encuentra en el rechazo a la espuria relación entre este tema en particular y otros problemas regionales y mundiales.
Cuanto antes los palestinos reconozcan que su causa es únicamente de ellos, antes estarán dispuestos a estar en paz con la existencia del Estado de Israel y entenderán la necesidad de una solución negociada.
Efraim Karsh, profesor de estudios de Medio Oriente y el Mediterráneo en el King's College de Londres, es el autor, más recientemente, de "Palestina traicionada".
http://www.nytimes.com/2010/08/02/opinion/02karsh.html?_r=2
Traducción para porisrael.org : José Blumenfeld
Difusion: www.porisrael.org
Si desea recibir nuestro material de información subscríbase a Porisrael.has1@gmail.com
Para desuscribirse informen a la misma casilla desde la que les llega
PARA UNA HASBARA EFECTIVA
JUNTOS SOMOS MAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario