martes, 14 de septiembre de 2010

Fwd: Roger Cohen Cosecha de Ira



 
 
 
 

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Cosecha de Ira

Por Roger Cohen

New York Times

 

LONDRES - Una portada de The Economist, justo después del 11/9, declaraba: "El Día que el Mundo Cambió". Cambió, y no sólo en los aeropuertos, donde varios miles de millones de zapatos han sido descalzados. Nueve años más tarde, una cosecha de ira se  ha instalado.

 

Quemar libros es una pésima idea. Heinrich Heine, el poeta alemán, previó lo peor, a principios del siglo 19: "Donde se queman libros, al final también quemarán personas". Menos de una década separaron a la quema nazi de libros de 1933 de los crematorios de la Solución Final.

Terry Jones, el pastor de una pequeña iglesia de Florida, hizo bien en prestar atención a las advertencias de la historia - así como a las advertencias del máximo comandante militar estadounidense en Afganistán, general David Petraeus – y en cancelar su planeada quema del Corán, el sábado, para conmemorar el noveno aniversario del ataque de Al Qaeda.

 

Las imágenes del Libro Santo del Islam en llamas, en el noroccidental Gainesville, habrían enfurecido a los musulmanes y se habría convertido en una herramienta poderosa de reclutamiento para los jihadistas que intentan santificar la violencia indiscriminada, usando referencias seleccionadas del Corán.

 

¿Por qué, casi una década después que Mohammad Atta, con su llamado de despedida a "leer el Sagrado Corán" y a "recordar todas las cosas que Dios ha prometido a los mártires", ha habido escasa sanación? ¿Por qué Estados Unidos está ahora amargamente dividido en relación a los planes para construir una mezquita y un centro islámico en las inmediaciones de Ground Zero, y los europeos, casi lo mismo, están divididos acerca de la creciente presencia musulmana en sus sociedades?

 

Este es un tiempo sombrío. Sólo una chispa, parece, separa el resentimiento del levantamiento.

 

Desde que regresé a Europa, recientemente, he sido golpeado por el veneno en el aire: un alemán, miembro del consejo de administración del Bundesbank, lamenta la dilución musulmana de su país, en un best-seller llamado "Alemania se Suicida"; la creciente influencia política del derechista holandés Geert Wilders, que se esperaba que en el Sábado Manhattan hablara a una manifestación contra la mezquita; un clima político que ve retroceder la entrada de Turquía en la Unión Europea; una prohibición de minaretes en Suiza y la acritud de Francia y Bélgica acerca del velo.

 

Todo esto está sucediendo, mientras la derecha estadounidense aprovecha el plan de la mezquita del bajo Maniatan, para galvanizar el sentimiento anti-islámico - al acecho, a pesar de la mejor integración social de los musulmanes de EE.UU. - y acusar a los demócratas de blandura con la Shariah.

Los ataques del 11 de septiembre, vistos ahora con un poco de perspectiva, destrozaron la auto-imagen de Estados Unidos. Un santuario de dimensiones continentales, flanqueado por las brillantes aguas de dos océanos, ya no existía. Un horrible neologismo, la "patria", fue acuñado para describir un país que ahora necesitaba protección vigilante, desde adentro y desde afuera. Dos guerras, una más larga que cualquier otra en la historia de la nación, profundizaron el trauma.

Mientras que una América luchaba, otra compraba hasta que la deuda, impulsada por esa compra a lo loco, terminó en el caos y, para su horror, los estadounidenses descubrieron que ya no podían proteger sus declinantes ingresos con préstamos contra los alguna vez crecientes - ahora estrellándose - activos de sus hogares. Su último mecanismo de aguante había colapsado.

Lo que quedó, y ahora alimenta la ira nacional, fue la difícil misión de mantener intactas la casa, los hábitos y la esperanza, mientras que los ahora rescatados peces gordos que habían inventado las hipotecas garantizadas, se perdieron en el atardecer, y los veteranos, con cicatrices de guerras lejanas, cojeando de vuelta a la "patria", simplemente estaban otra vez en casa. La desigualdad se agudizó. La promesa estadounidense, para muchos, se agrió.

Nada de esto favorece el perdón. Más bien, alimenta una búsqueda de chivos expiatorios - Wall Street o wahabíes.

Europa, en Madrid y Londres, también ha sido atacada por jihadistas, pero su malestar es más profundo - el desempleo crónico, el envejecimiento y los resentimientos estimulados por el acceso de los inmigrantes a elaborados programas sociales de bienestar, ahora con problemas de liquidez. La auto-imagen de un continente cristiano persiste, trazando líneas entre propios y extraños.


Contra estos telones de fondo, el Islam es fácilmente manipulado por aquellos que lo definen como enemigo. Su gran efervescencia - la de los más jóvenes de las grandes religiones monoteístas - y sus valores conservadores, en especial sobre los derechos de las mujeres, son el combustible. También lo son tanto su expresión política como un marco para ordenar la sociedad, como el polémico concepto de jihad.


Debemos pisar con cuidado. No dudo de la sinceridad de Feisal Abdul Rauf, el hombre detrás del proyecto de mezquita, cuando expresa lo que él llama el "impulso común de las tradiciones de nuestra gran fe".

Pero tampoco puedo ver al proyecto como una prueba para las libertades religiosas estadounidenses. Están abundantemente establecidas, no poco por la capilla sin denominación en el Pentágono - a menudo utilizada como mezquita. Ni, sobre todo, dudo del dolor de muchas familias de los muertos, que recuerdan las palabras de Atta y están preocupadas por un centro islámico importante tan cerca de la tierra sagrada y del aire sagrado, en el que sus seres queridos se vaporizaron.

Fui a Auschwitz hace 12 años para cubrir la historia de un floreciente campo de cruces, fuera del campo de exterminio, puesto allí por manifestantes católicos. Su tono era feo pero era difícil discutir con ellos: Cerca de 100.000 polacos no judíos habían muerto en el campo, un número eclipsado por los muertos judíos, pero no insignificante.

Sin embargo, las cruces eran una mala idea. Eran ofensivas para la memoria judía. Todas menos una fueron finalmente removidas.

El proyecto de la mezquita cerca de Ground Zero mantiene un gran principio estadounidense, pero no es una idea sensata. El buen sentido es necesario cuando una cosecha de ira se ha instalado.

 

 

http://www.nytimes.com/2010/09/10/opinion/10iht-edcohen.html?_r=2&ref=opinion

Traducción para porisrael.org : José Blumenfeld


Difusion: www.porisrael.org


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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