martes, 16 de junio de 2009

Brigitte Gabriel. Carta Abierta al Presidente Obama



 
 
 
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Carta Abierta al Presidente Obama

Por Brigitte Gabriel*

 

Querido Sr. Presidente,

 

Usted enfrenta desafíos difíciles en asuntos como lograr paz en Medio Oriente y proteger a Estados Unidos de la amenaza del islamismo radical y del terrorismo. Estos son desafíos que han sacado de quicio a pasados presidentes, que llegan tan atrás en el tiempo como hasta nuestro segundo presidente, John Adams. No tengo duda de que usted aprecia, tanto la gravedad de estos desafíos como los enormes obstáculos que existen para resolverlos.

 

Tampoco tengo duda de que usted y sus colaboradores entienden que, no importa lo que haya dicho en su discurso del pasado jueves en El Cairo, habrá quienes estarán completamente en contra suyo. Este es siempre el caso cuando se trata de resolver problemas que son tan profundos y cargados emocionalmente como lo son estos desafíos.

 

Asumo que, es su sincera esperanza que el enfoque que ha decidido usted tomar, como se evidencia por lo que estoy segura fue un cuidadosamente elaborado discurso, en definitiva probará ser exitoso. Sin embargo, señor, me apena decirlo, pero cuando dijo que era usted un "estudioso de la historia", es abundantemente claro que, en estos temas, usted no sabe historia y, por lo tanto, como lo hizo notar Santayana, usted está condenado a repetirlo. Haciéndolo, por mejor intencionados que sean, no se producirá lo que, manifiesta usted, espera que se produzca.

 

Un hombre sabio dijo una vez que si se comienza con premisas equivocadas, no importa cuan lógico sea el razonamiento, se llega a una conclusión equivocada. Con todo el debido respeto, Sr. Presidente, está usted comenzando con ciertas premisas que no están apoyadas por la historia y por un estudio objetivo de la ideología del Islam político.

Usted inició su discurso afirmando que existen "tensiones" entre Estados Unidos y los musulmanes alrededor del mundo lo cual, por cierto, es correcto. Desafortunadamente continuó usted entonces, virtualmente colocando toda la culpa por esas tensiones a los pies de Estados Unidos y Occidente. Culpó a occidente por el colonialismo, la Guerra Fría, y aún por la modernidad y la globalización.

 

Un estudioso de la historia, que no trata de reconstruirla para que se adapte a una narrativa moderna políticamente correcta, habría establecido que las tensiones entre Estados Unidos y los musulmanes, comenzaron con las largas cuatro décadas de ataques no provocados por parte de los piratas musulmanes berberiscos contra embarcaciones estadounidenses, a finales del siglo 18 y principios del 19. Encuentro revelador que haya mencionado el Tratado de Trípoli en su discurso, pero que haya ignorado las circunstancias que llevaron al mismo. Ese tratado fue sólo uno de los numerosos intentos de Estados Unidos para lograr la paz con los jihadistas de la Costa Berebere que atacaban nuestras embarcaciones, matando y esclavizando a nuestros soldados – y, admitido por ellos mismos, lo hacían para cumplir con el llamamiento a la jihad.

 

Estos jihadistas no actuaban protestando por la política exterior de Estados Unidos, que era decididamente aislacionista, y no había un Estado de Israel como chivo expiatorio. Hacían lo que incontables jihadistas islámicos habían hecho a lo largo de la historia – actuando de acuerdo a los cientos de pasajes del Corán y del Hadith que llaman a los fieles musulmanes a matar, conquistar y subyugar al infiel.

 

Un estudioso de la historia del mundo, sabría que todos los admitidos males del colonialismo occidental, empalidecen en comparación con los casi 14 siglos de colonialismo islámico que comenzó en Arabia bajo el liderazgo de Mahoma. El estudioso de la historia sabría que las fuerzas islámicas erradicaron toda presencia judía y cristiana de Arabia después de la muerte de Mahoma y, más tarde, tuvieron éxito en la conquista de toda África del Norte, la mayoría de Medio Oriente, mucho de Asia Menor y significativos porciones de Europa e India – eventualmente creando un imperio más grande que el de Roma en su apogeo.

 

 La cantidad de muertos y esclavizados durante estos muchos siglos de conquista imperial y colonialismo islámicos han sido estimados en un total de 300 millones. Además, las riquezas y culturas de muchas de las naciones conquistadas fueron saqueadas por los conquistadores islámicos y millones y millones de no musulmanes sobrevivientes fueron forzados a pagar impuestos onerosos, como la "jizya", un impuesto humillante al califa islámico. Realmente, en determinadas áreas, cristianos y judíos eran obligados a usar un recibo de la jizya alrededor de sus cuellos como marca de su deshonra.

 

Estos hechos no fueron inventados por revisionistas históricos cristianos o judíos, sino que fueron narrados por testigos presenciales musulmanes a lo largo de los pasados 14 siglos y están disponibles para la investigación por cualquiera que busque una comprensión objetiva de cómo el Islam se difundió a través del mundo.

 

Dice usted en su discurso que debemos encarar plenamente las tensiones que existen entre Estados Unidos y el mundo musulmán. Es una noción loable con la que estoy de acuerdo, pero haciéndole jugar el papel de víctima histórica al Islam y a Occidente (y por implicación, Estados Unidos) el de agresor, usted no enfrenta estas tensiones como es debido, sino que le evita al mundo musulmán llegar a entender la ideología jihadista incluida en sus libros sagrados y de acuerdo a los cuales actuaron a lo largo de 1.400 años.

 

Peor aún, usted fortalece y envalentona a los militantes islamistas que ven sus gestos como debilidad y capitulación.

El asunto no es que todos los musulmanes son terroristas, o radicales, o extremistas. Todos sabemos que la mayoría de los musulmanes no lo son. También sabemos que muchos musulmanes amantes de la paz son víctimas de la violencia musulmana.

 

El asunto es éste:

 

¿Qué es lo que lleva a millones de musulmanes en todo el mundo a llamar a la muerte de los judíos?

 

¿Qué es lo que lleva a millones de musulmanes a demostraciones, a destruir propiedades, a tomar vidas de inocentes como reacción a historietas danesas?

 

¿Qué es lo que lleva a decenas de miles de musulmanes a demandar la ejecución de una maestra británica cuyo único "crimen" fue permitir que sus alumnos llamaran a sus ositos de peluche "Mohammed"?

 

¿Qué es lo que lleva a incontables musulmanes en todo el mundo a participar activamente en organizaciones terroristas, o a financiarlas, o a alimentarlas?

 

¿Qué es lo que lleva a los musulmanes en Estados Unidos a proclamar y distribuir materiales que llaman al odio y a la destrucción de los infieles?

 

¿Qué es lo que lleva a grandes países  musulmanes a prohibir la construcción de una iglesia cristiana o una sinagoga?

 

Asumir, como aparentemente usted lo hace, que lo que lleva a estas acciones no es la ideología incluida en los libros sagrados del Islam, sino más bien otras "causas raigales", muchas de las cuales usted coloca en los pies de Estados Unidos u Occidente es, en el mejor de los casos, ingenuo y, en el peor, peligroso.

 

Por último, debo confrontar su declaración de que "el Islam tiene una orgullosa tradición de tolerancia". Desafortunadamente, los ejemplos que dio usted son excepciones antes que la regla.

 

Históricamente hablando, dudo, seriamente, que los coptos egipcios, los maronitas libaneses, los cristianos en Bethlehem, los asirios, lo hindis, los judíos, y muchos otros que han sido perseguidos por la violencia islámica y el suprematismo, estuvieran de acuerdo con su afirmación.

 

Por ejemplo, cristianos y judíos se convirtieron en "Dhimnis", un grupo de segunda clase bajo el Islam. Los Dhimnis fueron forzados a usar ropa distintiva; fue el Califa de Bagdad Al-Mutawakkil, en el siglo noveno, quien identificó con una insignia amarilla a los judíos bajo el Islam, lo cual Hitler copió y duplicó en la Alemania Nazi cerca de mil años más tarde.

 

Yo fui testigo de primera mano de la "tolerancia" del Islam cuando los islamistas saquearon mi país de nacimiento, Líbano, en los '70, dejando extensa muerte y destrucción a su paso. Yo vi  cómo retribuyeron la tolerancia que los cristianos libaneses le habían extendido. Mi experiencia no es la única. Cuando usted hace una infundada afirmación acerca de la "orgullosa tradición" de tolerancia en el Islam, usted no le hace justicia a los cientos de millones de no musulmanes que han sido muertos, mutilados, esclavizados, conquistados, subyugados o desplazados – en aras de la causa de la jihad islámica.

 

Sr. Presidente, a aquellos de nosotros que, como yo, hacen sonar la alarma en Estados Unidos acerca de la amenaza del Islam radical, nada les gustaría más que una pacífica coexistencia con el mundo musulmán. A la mayoría de los estadounidenses nada les gustaría más que una pacífica coexistencia con el mundo musulmán. El obstáculo para lograrlo no reside en nosotros en Estados Unidos u Occidente. Reside en los cientos de millones de musulmanes de todo el mundo, incluyendo a muchos de sus líderes espirituales, que toman seriamente los repetidos llamados a la jihad en el Corán y en el Hadith. Que consideran a los "infieles" como inferiores y dignos de ser conquistados, subyugados y forzadamente convertidos. Que sustenta la "jihad cultural" como medio de subvertir a las sociedades no musulmanas para convertir el mundo al Islam – por la fuerza si es necesario – y ponerlo bajo la ley de Allah.

 

A menos que esté dispuesto a aceptar esto con coraje y honestidad, sus aspiraciones de un entendimiento universal y una paz en Medio Oriente están condenadas al fracaso.

Sinceramente,

Brigitte Gabriel

 

*Brigitte Gabriel es la autora del best seller "Ellos Deben Ser Detenidos: Porqué debemos Derrotar al Islam Radical y Cómo Podemos Hacerlo". Es fundadora y presidente de ACT! For America

 

Traducción para porisrael.org : José Blumenfeld

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
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