lunes, 15 de junio de 2009

Jana Beris. Un gesto de gran simbolismo dirigido a la Casa Blanca


 
 
 
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Un gesto de gran simbolismo dirigido a la Casa Blanca

Jana Beris

 

Para LA NACION

Lunes 15 de junio de 2009

 

JERUSALEN.- Benjamin Netanyahu dio ayer por primera vez el sí a la creación de un Estado palestino independiente. Aunque desde el punto del vista del premier israelí implica una verdadera revolución, fue un gesto muy condicionado, supeditado a varios elementos que difícilmente se puedan concretar en la práctica.

 

En medio de gran dramatismo, en una alocución en vivo en horario central, el premier israelí dijo que su visión es la de "dos pueblos libres, viviendo uno junto al otro".

 

Especialmente simbólico fue el hecho que "el discurso de su vida" -como lo calificó la prensa local-, fue pronunciado en la Universidad de Bar Ilan, identificada con la derecha israelí y con sectores del sionismo religioso. Fue justamente allí donde estudió el asesino del entonces primer ministro Yitzhak Rabin. El atacante, Yigal Amir, lo baleó con la intención de frenar el proceso de paz y la entrega de territorios a los palestinos.

 

Pero ayer, Netanyahu habló en ese espacio de "los derechos palestinos" y de un "Estado palestino, desmilitarizado, que viva junto al Estado judío".

 

"El cambio es grandísimo, muy significativo", dijo a LA NACION Gil Hoffman, el analista político del matutino israelí en inglés The Jerusalem Post . "Es la primera vez, desde que asumió el poder, que el gobierno de Netanyahu tiene un plan concreto, una hoja de ruta, un plan que incluye concesiones a los palestinos y llama a la fórmula de dos Estados", agregó.

 

Sin embargo, no parece que vaya a cambiar nada sustancial en el terreno. Ni siquiera garantiza que se retorne pronto a la mesa de negociaciones.

 

Ante todo, aunque llamó a los palestinos a negociar "sin condiciones", Netanyahu puso varias para la creación del Estado palestino, algunas de ellas en cuestiones clave para los palestinos, como el estatus de Jerusalén y el retorno de los refugiados.

 

Las condiciones que planteó son, ante todo, producto de su ideología y de sus convicciones en temas de seguridad, pero, sin duda, también de la necesidad de preservar su coalición de gobierno, en el que su partido, el Likud, es de los más "liberales", mientras varios de sus socios se ubican en la ultraderecha.

 

A los ojos palestinos, las condiciones puestas por Israel tienen como objetivo no sólo complicar la creación del Estado palestino o hacerlo inviable, sino "torpedear" las negociaciones de paz. Hay quienes consideran que la exigencia de Netanyahu de que los palestinos reconozcan a Israel como Estado judío es una forma de demorar las negociaciones con algo innecesario. "Somos un Estado judío; eso es un hecho; eso no depende del permiso palestino", es uno de los comentarios más oídos al respecto.

 

"Eso es racismo. En Israel viven también ciudadanos árabes y no vamos a reconocer a Israel como Estado del pueblo judío", declaró a LA NACION Mustafa Barghouti, ex candidato presidencial palestino y jefe del movimiento Iniciativa Palestina.

 

Pero todo indica que para el premier israelí se trata de un asunto de fondo. Está claro que, para él, Israel tendría derecho a toda la tierra "porque aquí nació el pueblo judío", según dijo ayer. Pero reconoce que hoy hay numerosos palestinos viviendo en el lugar, y deja la sensación de que la dinámica política, lo que él llama "la realidad internacional", le impone aceptar lo que preferiría seguir negando: la creación del Estado palestino.

 

El discurso fue una combinación de emotivos sueños sobre la paz y la convivencia pacífica con una profunda desconfianza. Desconfianza por la negativa palestina a reconocer a Israel como Estado judío, por el hecho de que Israel fue atacado apenas se creó, y por la calma que no llegó, a pesar del retiro unilateral israelí de la Franja de Gaza, hace cuatro años.

 

En el otro bando, hay no menos desconfianza. La negativa de Netanyahu a congelar la construcción en los asentamientos (aunque se comprometió a no crear nuevas colonias ni confiscar tierras para ampliar las existentes) es uno de los puntos más problemáticos para los ojos palestinos.

 

No menos simbólico es su anuncio categórico de que no dividirá Jerusalén, cuya parte oriental es exigida por los palestinos como capital de su futuro Estado.

 

En términos conceptuales, ayer comenzó una nueva etapa. En la práctica, parecería que no. La clave es saber cómo cayeron en la Casa Blanca las palabras del premier. Por más llamados que haya habido a todos los árabes a negociar en "Riad, Beirut, Damasco o Jerusalén" y por más exhortaciones a los palestinos a vivir en paz, lo que cuenta ahora es si el discurso cumplió con las expectativas de Barack Obama. Es a él, más que nadie, a quien le habló ayer Netanyahu. Porque difícilmente podía creer que con su "Sí, pero..." al Estado palestino iba a recibir felicitaciones o agradecimientos de la Autoridad Nacional Palestina.

 

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