Somalia y la Jihad Islámica
Rubén Kaplan
La República Somalí, denominada informalmente Somalia o Somalía, geográficamente situada en lo que se conoce como El Cuerno de África, al este del continente africano, está al borde de la catástrofe humanitaria.
En medio de lo que se estima una emergencia que eclipsa el horror de Darfur, (considerado hace unos años el “peor desastre humanitario del mundo”) la Agencia de Refugiados de la ONU, ACNUR, denunció serias atrocidades y un dramático aumento de las violaciones en Somalia, a raíz del caos en que está sumido el país.
Mogadiscio, la capital de Somalia, se convirtió en un campo de batalla donde las fuerzas gubernamentales libran duros enfrentamientos armados con los grupos de insurgentes islamistas, al Shabaab y Hizbul Islam, que tratan de derrocar al presidente Sheij Sharif Sheij Ahmed.
La sublevación, que comenzó después que las fuerzas etíopes invadieran Somalia a finales de 2006, ha acabado con la vida de más de 17.000 personas, la mayoría civiles. Etiopía retiró sus tropas del país en enero de este año.
William Spindler, portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, denunció que tanto las milicias islamistas insurgentes, que intentan derrocar al gobierno, como las tropas del Ejército, están cometiendo “serias atrocidades” entre las que se cuenta la “violación extendida”. Spindler también se refirió a un descuido total de la población, incluyendo secuestros y bombardeos de áreas civiles. "La situación se está poniendo cada vez peor y peor".
El cruel conflicto donde murieron recientemente 200 personas y que obligó al abandono de sus hogares a otras 100.000 en este último mes, incrementa la cifra del millón que huyó el año pasado.
Muchos, sin embargo, no logran escapar porque ni siquiera pueden pagar un pasaje en autobús, por lo que muchas mujeres se prostituyen para poder abandonar la capital, explicó Roberta Russo, miembro de ACNUR en Somalia, en una entrevista telefónica desde Kenia.
Russo relató el paradigmático caso de una mujer de 23 años que se prostituyó a cambio de que la llevaran a la costa y luego volvió a ofrecer sexo para poder huir de forma ilegal a Yemen. "No es un caso aislado", indicó la funcionaria.
Mogadiscio, donde el quince por ciento de la población, sufre desnutrición aguda, es el escenario de algunos de los más duros y sangrientos combates callejeros, desde que se intensificó la nueva ofensiva de los rebeldes a principios de mayo. Según observadores, los insurgentes islamistas, que dominan las regiones centro y sur del país, están reforzados por 400 jihadistas extranjeros, procedentes de lugares tan lejanos como Afganistán, que se sumaron a la lucha para derrocar al gobierno e instaurar en Somalia la Sharia, la rigurosa ley coránica.
El actual caos en Somalia, que tiene un índice de crecimiento poblacional de los más altos de África y del mundo, es relativamente ignorado. No se advierte un impulso de conciencia moral que galvanice a la opinión pública mundial para condenar los crímenes y vejaciones que ocurren en el país africano.
La mayoría de los movimientos de izquierda y “progresistas”, tal vez porque los perpetradores de esos hechos abominables, sean musulmanes, guarda un ominoso silencio y no realizan marchas multitudinarias de protesta, como las que convocan cada vez que Israel, en uso de legítima defensa, se defiende del terrorismo.
"Guerra, sequía y desnutrición están empujando a Somalia hacia una catástrofe incluso mayor", señaló en un comunicado Hassan Noor, coordinador humanitario de la ONG Oxfam para Somalia, según informó la agencia de noticias DPA.
Noor asegura haber visto "en pocas ocasiones" condiciones de vida tan lamentables. "No pude ver ni un sólo refugio adecuado para seres humanos, y miles de personas no tienen un techo bajo el que dormir o que les proteja del calor abrasador y las intensas lluvias", subrayó el coordinador. "He visto a niños enfermos tumbados en el suelo con diarrea y enfermedades", agregó con tono dramático.
El presidente de Estados Unidos, Barack Hussein Obama, cuyos ancestros fueron africanos, en el discurso colmado de dicotomías que dio el 4 de junio en El Cairo, reconoció que era cristiano, pero su padre pertenecía a una familia en Kenia que incluía a varias generaciones de musulmanes.
EE.UU., en el rol que juega en África, ha participado sigilosamente en apoyo de la transición del gobierno de Somalia y proporcionado ayuda militar a Etiopía.
Los ciudadanos norteamericanos, tienen una aproximación a lo que sucede en Somalia, a través de la película “Black Hawk Down” (La Caída del Halcón Negro) estrenada en 2001, que relataba la historia de 18 marines de USA muertos y arrastrados por las calles de Mogadiscio en 1993. La reminiscencia de aquellas imágenes aún perturban a los políticos. Tal vez, ésa sea la razón que explique la inacción de su gobierno durante el genocidio de Rwanda en 1994 y la posibilidad de tomar, en la actualidad, medidas drásticas en contra de la Jihad Islámica en Somalia.
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